"El sueño del jardinero"
1ª edición: Logroño, Siníndice, 2015
Autor: José Miguel Soriano Bel
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Cuando
acabé de escribir la primera página, de corrido, como si tuviera prisa en terminarla,
ya tenía decidido que la llamaría “el incidente”, sí, un título vulgar, pero
expresivo de lo que había pensado escribir: una catástrofe, de origen
desconocido, destruye nuestra civilización y deja a los pocos sobrevivientes a
merced del caos. Pero, después de diez páginas, en las que apenas había
avanzado nada más que en la descripción de los personajes, me di cuenta de que
la ciudad derruida y sus moradores fortuitos (fortuitos porque el destino de mi
mano me llevaba a salvarlos) eran demasiado ingenuos con el incidente, como si
en verdad no se creyeran que hubiera aparecido de improviso para eliminar
cualquier vestigio de su anterior vida en la ciudad civilizada y pletórica.
Me di cuenta de que la ciudad que he llamado pletórica, porque aún se mantenía
en pie, escondía la enfermedad que todas las ciudades ocultan antes de caer
devastadas por una catástrofe: la insolidaridad, la codicia, la ambición, la
discriminación racial. Me di cuenta que el incidente había logrado renacer en
las conciencias de los sobrevivientes conceptos que solo habían sido fabulados
por los farsantes. Y, entonces, reconocí que “el incidente” solo era un sueño
del personaje que finalmente dio título a la obra y también de aquellos otros
que le acompañaban entre los escombros de la ciudad derruida (un abogado
prestigioso, un arquitecto culto, una mujer punk), comparsas de un sueño
colectivo, de todos los que, hasta ese momento, habíamos creído que la ciudad
era nuestra, solo nuestra.
Hubiera
deseado que el jardinero no despertara de su sueño, pero la cruel realidad
impuso su ley. No pude evitarlo, y tanto que lo siento, pero mi personaje
preferido, precisamente porque no era un revolucionario y porque quería ser uno
más de aquellos que solo piensan en jugar al bingo, fue brutalmente engullido
por el sistema de la ciudad podrida. Ni siquiera pude evitar aclarar el final
trágico de su atrevimiento, cuando ya la novela estaba terminada, ni siquiera
pude salvarle por más empeño que puse en hacerle justicia, lo único que pude
hacer con él es que no perdiera la esperanza de que algún día su historia se
llamara “el incidente”.
José Miguel Soriano Bel
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