En esta ocasión presentamos la última novela del siempre incisivo Miguel Ángel Ropero:
"El quinto: no matarás obispos (Gradiente II)"
1ª edición: Logroño, Siníndice, 2016
Autor: Miguel Ángel Ropero
PVP en librerías: 20 €
Precio bajo pedido directo a info@sinindice.es: 20 €
(incluyendo gastos de envío)
ISBN: 978-84-15924-79-1
Sobre el libro:
A los lugares literarios reconocidos -Avalon, Vetusta, Nunca Jamás, Tierra Media, Macondo, Hogwarts y algunos otros (incluido uno en mitad de la Mancha cuyo nombre sigue sin conocerse)- hay que añadir "Gradiente" que en esta su segunda entrega se consolida como nuevo microcosmos de ficción. Al tener que optar por un género concreto (como viene ocurriendo con todos sus equivalentes del planeta de las letras) a Gradiente le sienta bien el "thriller".
En esta ocasión los historiadores Matilla y Sánchez Marina y la aguerrida Valle Mugaburu, se ven abocados a afrontar el reflujo brutal de los sucesos de cuatro años atrás, que ya nos golpearon desde las páginas de "No bebáis agua de pozo".
Todo ello desembocará fatalmente en el asesinato de un tercer integrante del departamento de historia de la Universidad de Gradiente. De otro lado, Matilla acaba de recibir el encargo de recuperar el rastro de monseñor Sastre Codina -el que fuera díscolo prelado de la diócesis gradentina durante los años de plomo- ya que, mediado el pasado siglo, éste desapareció de Barcelona así, de pronto.
Dos frentes paralelos que van solapándose atosigantes y letales en los que nuestros protagonistas se mueven con urgencia de supervivientes. Primero hacia la Ciudad Condal, más tarde hacia la helvética Lugano, e incluso más adelante hacia Mallorca, contrapunto insular a la mesetaria "Gradiente", donde a su vez siguen pasando cosas tremendas coincidiendo los estertores del boom inmobiliario.
Sobre el autor:
El tiempo de estancia de Ropero sobre la
tierra es, a todas luces, inversamente proporcional a su recorrido como novelista.
A saber, setenta y seis añazos (76) contra dos únicas novelas (2). Frente a los
que le vacilan a cuenta de semejante desproporción, él suele argumentar que lo
suyo con la literatura es un romance crepuscular con su poquito de sexo y...
que no metan prisa ¿vale?
Luego están los dibujos. “Al tiempo que los
contadores de historias inventamos personajes y situaciones –aduce el autor–, los
vamos viendo desfilar por nuestro cacumen. Siempre ocurre así. Y si alguno tiene
la suerte de saber dar forma, mejor o peor, a esas imágenes mentales ¿por qué
no sumar al disfrute de haberlas creado el placer de dibujarlas?”
Ropero recupera así vivencias de
adolescencia cuando, cada cierto número de páginas, descubría en ajados
ejemplares de tapa blanda rostros y escorzos de los héroes y villanos con que
Salgari, Verne o Dumas le iluminaron aquellos maravillosos e inacabables veranos.
Después llegarían Christie, McDonald,
Hammett, Chandler, Mendoza, Vázquez Montalbán, Highsmith, los escandinavos...
Pero esa ya es otra historia, y ya sin dibujos.